RABÍ, ¿DÓNDE MORAS
por William (Guillermo) Williams

 
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...Continuación

Poco a poco nos dimos cuenta de la triste verdad (así pensábamos), de que esta gente eran los mismos “temibles” Hermanos de Plymouth. Nos convidaron a su casa para estudios bíblicos. Les dije que sería inútil, porque ellos creían en el bautismo y la Cena del Señor y no trazaban bien la Palabra de Verdad. Pero el Sr. Bridgeford nos rogó y cedí bajo el compromiso de estudiar el libro del Génesis. Llegamos al capitulo 6 en nuestro estudio. Yo estaba contento porque pensaba que aquellos hermanos no podían hablar del bautismo en aquel capitulo. Pero me equivoqué, pues la historia del diluvio es ilustración de la muerte, sepultura y resurrección de Cristo y del bautismo de los creyentes (1 Pedro 3:20-21). Este asunto de la muerte y resurrección del creyente con Cristo, figurado por el bautismo, fue un argumento con el cual yo no me había enfrentado antes. Dije a mi esposa: “Todo esto me ha hecho pensar profundamente, y por cuanto estamos seguros de tener la razón, no debemos temer escudriñar la Biblia de nuevo, para averiguar si la tenemos o no”. Yo estaba resuelto a estudiar Los Hechos de los Apóstoles de nuevo, y determinar por mí mismo sin prejuicios. Me arrodillé con la Biblia abierta por delante. Así seguí noche tras noche. Hechos 2:41, 8:12 y 38, 10:48, 16:15 y 33 hasta 18:8: “Muchos de los corintios oyendo, creían y eran bautizados”. Aquellos cristianos tenían razón. Todo se veía tan claro y sencillo. Ambos resolvimos bautizarnos. Pero yo no tenía tranquilidad porque no queríamos ser bautizados hasta haber quitado todo inconveniente de nuestras vidas.

Mi conciencia me molestaba en cuanto a ciertas cosas que tenía que hacer en el trabajo de la Compañía de Ferrocarriles, las cuales no eran honestas, rectas ni honrosas. Si yo me bautizaba, tendría que retirarme de la Compañía. Hablé al Jefe, quien me dijo que yo era demasiado escrupuloso; que debería cerrar los ojos al ver algo no enteramente recto. Pero la verdad aprendida produjo el deseo en nuestro corazón de servir al Señor y renunciar a la ambición terrenal.

Conseguí trabajo en la Compañía Fairbanks Morse en Toronto. En la Avenida Brock hallamos un local sencillo con el aviso: “Cristianos Congregados en el Nombre del Señor Jesucristo”. Empezamos a asistir. Fuimos convidados a los hogares de los creyentes. Los ancianos nos preguntaron si deseábamos ser bautizados y recibidos en comunión. Les aseguramos que estábamos esperando eso. Pronto dos de ellos llegaron y se entrevistaron con nosotros en cuanto a nuestra conversión, etc. Nos informaron de un bautismo en el Local de Broadview y que arreglarían que fuéramos allí. Aquel martes de noviembre, 1907, hubo una lucha grande en mí. Nunca había visto un bautismo. Aquel paso fue el fin de mis ambiciones terrenales; de allí en adelante mi anhelo sería el servicio del Señor.

Continúa...

 
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